BBKJSF 08-01-03JSF 28-09-03
Desenterrando el Futuro con el pasado en Mente. Exhibiciones y Museos en Chile a finales del siglo XIX Patience A. Schell
University of Manchester

En Chile, el siglo XIX fue la cuna de grandes historiadores, que fácilmente pasaban desde la Biblioteca Nacional en Santiago o el Archivo de las Indias en Sevilla a la política nacional y a la diplomacia internacional. Por la calidad y cantidad de los escritos históricos, así como por la prominencia política de muchos de los historiadores, especialistas de hoy han sugerido que la historia adquirió un lugar de honor en el entorno cultural de Chile. Sin embargo, por muy bien considerada que la historia estuviese, esto no se tradujo en un museo histórico estable, aunque hubo varios intentos para fundar uno. Además, la mayoría de los historiadores se abstuvieron de representar la historia como una cultura material, que preservase la memoria del público. Este ensayo trata los varios museos y exposiciones de contenido histórico en Santiago a finales del siglo XIX, con vista a comprender lo que constituyó la historia de Chile y por qué los museos de historia no sobrevivieron al examen del severo paso del tiempo.

A la hora de reunir artículos para un museo de historia, se necesitaba alcanzar un consenso sobre qué artículos de contenido cultural tenían o podían tener valor y cuales promoverían sentimientos de patriotismo y nacionalismo. Los museos crean el patrimonio necesario para proporcionar la longevidad de las requeridas experiencias históricas nacionales. Cada "cosa" tenía que ser investida de un significado, y su emplazamiento en la enrarecida, silenciosa soledad del museo iniciaba el proceso de transformar un objeto en una reliquia nacional. Por supuesto que Chile poseía determinados artículos que se revalorizaron con las esperanzas e historia de la nación, pero durante el siglo XIX, sus santuarios fueron provisionales.

La primera y única exposición de historia en Chile se debió a la inspiración de Benjamín Vicuña Mackenna, alcalde de Santiago entre 1872 y 1873, además de prolífico y muy respetado historiador. Vicuña fue el único entre sus colegas, que se dedicó con tanto deleite a la cultura material, así como reunió material de archivo. Durante la década de 1870 dedicó sus esfuerzos a la conservación de reliquias del pasado colonial de Chile, las cuales temía que estuvieron en peligro de caer en el olvido. Elaboró estas preocupaciones en varios textos donde trataba de explicar por que organizaba la exposición, Santiago en la década de 1870 fue transformándose de una ciudad colonial a una capital moderna de ritmo acelerado de una nación. El proceso incluía la destrucción física de artículos de gran antigüedad. Vicuña Mackenna lamentó la perdida de unas delicadas parrillas de metal hechas por unos artesanos desconocidos, las cuales fueron vendidas como chatarra y los tapices que se convirtieron en mantas para caballos en las haciendas. Vicuña creía que la falta general de una conciencia histórica permitió esa destrucción con poca visión de futuro. Vicuña patrocinó la Esposición de Coloniaje en 1873 para recordar a los chilenos del pasado colonial.Vicuña creía que podía cambiar la percepción que se tenía de la era colonial de Chile a través de una exposición. 'Una exposición que tendiera a inspirar, si nó el gusto i la aficion, el respeto al ménos por los objetos que han ido caracterizando las diversas faces de nuestra sociabilidad'. Es más, era incuestionable que

el rebusque, la clasificacion i el comento sagaz i racional de los vestigios materiales que una época lega a otra, es uno de los mas certeros i luminosos guías de que pueden acompañarse el filosofo i el historiador en sus empresas. No de otra suerte se ha desenterrado i reconstruido la civilizacion indígena de la América que escavando sus utensilios i sus dioses..., para dejar así demostrado cuán admirables eran los adelantos de una nacion i cuán ruda la vecina en los ensayos de su industria, su relijion i sus artes caseras'. (Vicuña Mackenna 1872-1873: 346)
Para Vicuña Makenna, Chile era una nación enraigada en un pasado hispánico - un pasado rico en cultura y valor. La muestra de este pasado demostraría a los visitantes el gran progreso que se había conseguido en poco tiempo. Chile había sido una colonia pobre mantenida para propósitos militares, aún así, en la creación de una nueva nación demasiado del pasado había sido sacrificado. Como escribió al presidente de la exposición 'cuántas preciosas reliquias de arte nos ha dejado el coloniaje i cuán a prisa se dispersan a los cuatro vientos de la incuria i del desden los pocos objetos de uso...'. Continuó escribiendo que,
'la indiferencia habitual de nuestra raza i el desapego por lo antiguo que han producido en nuestros hábitos los súbito de de [sic] las mudanzas políticas i sociales, encargadas en el espacio del medio siglo corrido des 1820 [sic] de poner un pueblo nuevo donde ántes habia existido otro completemente diverso'. (Vicuña Mackenna 1872-1873: 342-3)
Implícito en este deseo por exponer la esencial cultura colonial había una crítica a la imagen de Chile como una nación sin pasado. Vicuña creía que el pasado servía de criterio e instrumento pedagógico. Su respeto por las raíces hispánicas de la sociedad Chilena contrastaba con la tendencia entre la élite Chilena de emular la economía y cultura de Francia e Inglaterra. Además, su respeto por el pasado colonial era singular comparado con otras figuras públicas, como Alberto Blest Gana, historiador, novelista y previo embajador en Francia, quien creía que 'los vestigios de la vida colonial estaban impidiendo el material de Chile y los progresos políticos'. (Blest Gana citado en Sommer 1991: 248) Quizás la general falta de interés de los historiadores en la historia pública era debida a su desaprobación del pasado colonial de Chile. Para ellos, ese pasado era un legado que entorpecía el progreso, mientras que para Vicuña Mackenna era un medio con el cual demostrar el progreso emprendido desde la Independencia.

La organización de la exposición recayó en un comité entre cuyas tareas estaba la recogida de artículos de interés para la exposición. Los miembros del comité, incluyendo al General Marcos Maturana y a Ramón Subercaseaux, reunieron conjuntamente artefactos religiosos, artículos del hogar, carruajes, joyería, artefactos precolombinos, artículos genealógicos y armas de fuego. Estos hombres adinerados buscaron entre sus propias colecciones material que ofrecer y después, en cada capital de provincia, reclutaban al alcalde y a ciudadanos para encontrar materiales. El mismo presidente de la exposición, Eyzaguirre, venía de 'una antigue i distinguida familia' e invitó a familiares e íntimos a contribuir con material. Fue una exposición de artículos familiares, como los retratos que eran 'objeto[s] de afeccion i reliquias queridas del hogar' (El Ferrocarril 18 Sept. 1873: 3) Como la elite se relacionaba a través de lazos de sangre o alianzas matrimoniales, fue una exposición centrada en el espacio interior dómestico.

El comité no juntaba objetos disparatados para crear una colección, sino que fue reconstruyendo algo destrozado por el paso del tiempo. Vicuña Mackenna, usando un lenguaje que hubiese resonado entre hombres modernos del siglo XIX, comparó su trabajo con investigación científica:

'Como el naturalista que con los restos mutilados i reducidos a polvo i a fragmentos de seres que pertenecieron a otras épocas de la estacion logra, a fuerza de sagacidad i de paciencia, armar un esqueleto perfecto i deducir de esta hacinamiento de huesos la vida orgánica, las profusiones i hasta los hábitos pacíficos o feroces de la béstia a que pertenecieron; así podríamos nosotros resucitar el coloniaje con sus estrechos i su jererosa opulencia, su nostaljía moral i su pobreza de medios, i exhibir su esqueleto vestido con sus propios i ricos atavíos i desmedrados harapos ante la luz de la civilización que hoi nos vivifica i nos engrandece'. (Vicuña Mackenna 1872-1873: 343)
Como científicos, entonces, estos historiadores otorgaban sentido a las reliquias coloniales al sacarlas de desordenados espacios domésticos para ordenarlas y exponerlas. Es más, como los naturalistas y antropólogos que Vicuña Mackenna admiraba, estaba dispuesto a incluir artefactos indígenas anteriores a la conquista siempre y cuando 'se justifique la autenticidad de su procedencia.' (Vicuña Mackenna 1872-1873: 343) Este lenguaje científico derivó del prestigio social y económico del positivismo y de la convicción de que todo problema social podía ser resuelto tan sólo desde la perspectiva científica. La élite urbana, cuyo apoyo necesitaba Vicuña Mackenna para que la exposición fuese un éxito, se encontraba entre los más entusiastas defensores del positivismo, entre otras importaciones sociales y culturales francesas.

Mientras que su comité y sus ayudantes revolvieron el país en busca de reliquias históricas, Vicuña no se concentró sólo en la tarea de encontrar una historia previamente escondida, sino que también encargó la manufactura de artefactos coloniales, porque nada que cuyos orígenes no hubiesen sido previamente investigados cuidadosamente iba a ser incluido en la exposición. La serie de retratos de gobernadores se instaló parcialmente a través de la meticulosa reproducción de obras históricas.



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Retrato de Don Manuel Amat y Juniet; Anon.





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Don Fransico de Villagra; Carmona, Pedro Leon





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Don Diego de Almagro; Mesa, Domingo


Los retratos sustituyeron la serie de setenta cuadros que había sido destruida durante la batalla de Chacabuco (véase figura 1). Vicuña encargó a estudiantes instruidos en la Academia de Pintura para la reproducción de estas obras perdidas. Para los estudiantes, tanto hombres como mujeres, la serie ofrecía la oportunidad para una exposición prominente y el reconocimiento nacional de su trabajo. Un concurso público fue llevado a cabo en enero de 1874 para determinar las mejores de la serie y a estas les fue ortogado un premio monetario. Por supuesto que en la reproducción de estas obras, se tomaron algunas libertades históricas. Cada cuadro en la serie de gobernadores está acompañada de una leyenda dando una breve descripción de la vida del gobernador. Al pie del retrato, Francisco Casimiro Marcó del Pont es descrito como un "cobarde cruel".


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Retrato de Don Francisco Casimiro Marco del Pont; Bourgeois, Virginia


Las pinturas fueron una oportunidad para instruir al público no iniciado sobre la historia colonial, claramente precisando quienes eran los héroes y los villanos. Parece probable que el mismo Vicuña Mackenna compuso las leyendas.

La exposición que abrió sus puertas el 17 de septiembre de 1873, en el Palacio de los Gobernadores emplazado en la Plaza de Armas, combinó pedagogía, historia "útil" y entretenimiento. Los visitantes eran transportados del Santiago moderno a un tiempo más distante psicológicamente que cronológicamente. Los visitantes a la exposición eran introducidos, pues, en el turismo del pasado. Las entradas al evento se vendían en un carruaje importado, en el que trabajaba un 'legítimo negro de Lima' (Catálogo de la Exposición del Coloniaje 1873: v) que también hacía de guía. Importar un hombre de ancestros africanos distanciaba Chile de África y la esclavitud de su pasado al mismo tiempo que asociaba al Perú con mestizaje y las implicaciones de la barbarie impuestas en esa asociación. Otros testigos de la historia, presentes en la exposición, eran los sobrevivientes de las batallas de la independencia dispuestos a entretener a los más jóvenes con historias de valentía y heroísmo, mientras enseñaban con orgullo, sus heridas y medallas de guerra. Por último, Patagónicos y Fueguinos fueron llevados desde los territorios sureños para ser expuestos (véase figura 2). La teatralidad del evento desató críticas. Fanor Velasco, por ejemplo, opinó que la exposición no poseía ni la seriedad ni el rigor metodológico necesarios. Sin duda tenía su lado estrafalario. Uno de los periódicos comentó que,

'El mismo martes se exhibirá en la exposición al indio fueguino antropófago, el mismo que con dos de sus calidad y de la Tierra del Fuego se comió a un contramaestro y tres marineros de una goleta que encalló y naufragó hace poco tiempo en la Tierra del Fuego, pereciendo casi todos sus tripulantes victimas de la voracidad de los fueguinos, hambrientos de carne humana, habiendo capturado el gobernador señor Viel al indo que ahora se halla en esta capital enviado por aquella autoridad. Sintiéndose algo enfermo el fueguino '. (El Mercurio 23 Sept. 1873: 2-3)

La exposición se convirtió en uno de los 'paseos favoritos de la sociedad Santiaguina' y 3000 personas la habían visitado en tan sólo una semana, mientras que la venta de catálogos que rondaba el mismo número sugería una multitud educada. No obstante, debido a la preocupación de los expositores por los posibles robos por parte de "los rotos", cuando determinadas joyas iban a ser expuestas, se tomaban precauciones en contra de 'las manos demasiados profanas'( El Mercurio 23 Sept. 1873:2) Vicuña Mackenna, sin embargo, buscaba todo tipo de visitantes de la capital, tanto de las altas clases sociales como de las bajas. Su esperanza era que 'un suficiente número de prendas valiosas' cautivarían la 'la atención concienzuda de las jentes de estudio i despertar los apetitos de curiosidad del vulgo'. (Vicuña Mackenna 1872-1873: 347) Así, la exposición iba a proporcionar un espacio social integrado, como lo hacían los museos en Europa en aquel tiempo, los cuales eran lugares de proyección moral donde la clase trabajadora podía aprender de las clases medias un adecuado comportamiento público mientras que todos miraban un arte inspirador. Hay poco indicio de que los museos en Chile pretendieran como propósito general inculcar está función moralizadora, pero sí que algunas exposiciones, incluyendo la colonial, lo hicieron. Al mismo tiempo, la exposición iba a ser también un lugar de estudio e investigación, no sólo un espacio donde el "vulgo" se entretendría mirando las cicatrices de los viejos.

El catálogo de la exposición, un informativo acompañante para el visitante alfabetizado, servía para educar y guiar al visitante de izquierda a derecha y de sala en sala: aquí estaba el aparador que necesita ser restaurado, aquí estaban los cientos de retratos y las curiosidades (como las estatuas de negros de 'Abyssinia' sosteniendo platos de oro). También había



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Pianoforte; Anon.


artefactos militares, incluyendo las espadas que pertenecieron a O' Higgins y banderas de la batalla de Maipó.


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Retrato de Don Bernardo O'Higgins; Gil de Castro, José


Aquí se encontraban la declaración y la bandera original de la independencia. El catálogo hacía más que guiar de sala en sala al visitante, ya que procuraba enmarcar los artefactos en su contexto histórico a través de la descripción del pasado del artículo. De hecho, se suponía que el catálogo se convertía en un documento histórico por su propio mérito, permitiendo el estudio de la era colonial en 'lo mas adentro de sus entrañas, en lo mas denso de su tinieblas'. Al mismo tiempo, la introducción del catálogo tenía de forma deliberada un tono alegre e invitaba a los visitantes a dejar a un lado su incredulidad durante su visita. La introducción termina:
'Como hemos prometido ser discretos... aqui nos detenimos i dejamos vagar al curioso caballero i a la discreta dama entre los dos mil i tantos objetos reunidos... a celebrar "los buenos tiempos de Chile" con un baile de faldellin de lama, media de seda, zapato con havilla i pantalon corto'. (Catálogo de la exposición de coloniaje 1873: vii)
Los visitantes a la exposición, sin siquiera salir de Santiago, eran transportados a otro tiempo y lugar: Santiago, la capital de una colonia estancada.

Por la ligereza de su presentación, la exposición representaba el carácter de la nación como la realización de un proyecto colonial, mientras glorificaba el presente y reforzaba la distinción entre clases sociales. Para la elite, la exposición era una demostración pública de riqueza personal y ancestros ilustres. Sus muebles y cuadros, habían sido conceptualizados de nuevo como tesoros nacionales. La exposición también llevó al pueblo al salón, para ver los lujos de una civilización pasada que podían reclamar como suya, ahora que era patrimonio nacional. La división social de clases se convirtió en la norma y dado el peso de precedente histórico, a través de la comparación entre la cultura material de la elite y la de la gente pobre. Las distinciones de género también fueron reforzadas, ya que todos los objetos "femeninos" eran agrupados en una sala: el 'bazar de las salones de la benefeciencia, es decir, la esposicion de la belleza, de la gracia i de la caridad'. En una frase, el catálogo resumía lo que era ser una mujer chilena de la elite: generosa, hermosa, elegante y separada del mundo público, de la política y de la historia. El creciente papel público de la mujer de clase media no tenía lugar en la exposición y no se usó sus avances como una muestra del progreso femenino. El creciente papel de la mujer no tuvo representación en la exposición colonial. Aunque parte de la sociedad, las mujeres se mantuvieron en una esfera aparte. Por ejemplo, la sala que contenía 'todos los objetos gratos a la mujer i por consiguiente hai alli cosas gratas al hombre' como joyas preciosas. La misma sala estaba honrada con la presencia de damas de las instituciones benéficas de Santiago. Allí, las más bellas y elegibles jóvenes de la sociedad y las más elegantes casadas vendían ponche caliente, gofres, alfajores y chocolate: comida de los tiempos coloniales disponible a un precio módico . Las ganancias fueron a beneficio de los pobres. (Catálogo de exposición del Coloniaje 1873:vi)

Aunque la cultural colonial ya no estuviese de moda, la exposición pareció haber sido popular y exitosa. Vicuña Mackenna creía que la exposición había sido 'una enseñanza i una fundación' para futuras muestras de historia. La cultura material había sido reclamada 'al campo de las investigaciones no solo como los mas incansables apoyos de la verdad histórica sino como sus mas grandes i luminosos divulgadores'. Críticos que aprobaban la exposición deseaban que se quedase en muestra fija y cuando la exposición apenas había abierto Vicuña anunció planes para crear un museo del pasado colonial de Chile. Al concluir la exposición, parte de la extensa colección se trasladó a una antigua prisión y fortaleza en el Cerro de Santa Lucia.



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Exterior del Museo Històrico-Indìgena; unknown


El uso del edificio sobre el cerro era adecuado para el museo de historia (abierto en 1874), ya que Pedro de Valdivia, notoriamente había fundado la ciudad encima del Cerro de Santa Lucia, tal y como lo representa en la obra pictórica Pedro Lira.


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La Fundación de Santiago; Lira, Pedro


El Cerro de Santa Lucia, hoy sinónimo con Santiago, fue otra de las extravagantes inspiraciones de Vicuña. Ajardinó la yerma tierra rocosa en el medio de la ciudad, transformándola en un parque de caminos curvosos, extravagantes construcciones y puntos de vista. La recién ajardinada cerro fue inaugurada durante las celebraciones de la independencia en 1874.



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Entrance to Santa Lucia Hill





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Entrance to Santa Lucia Hill





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Entrance to Santa Lucia Hill


De todas las mejoras en el Cerro de Santa Lucia, incluyendo los numerosos caminos, plazas y un observatorio, el castillo Hidalgo que alojaba el museo



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Archway and stairs at Santa Lucia Hill; Vicuña Mackenna, Benjamín


, era el 'monumento de mayor importancia'. (El Mercurio 2 Oct. 1874: 3) El museo alojaba pinturas, reliquias coloniales, muebles, bustos y blasones. Las salas tenían el aspecto de un lugar algo sobrecargado, típico del espacio vital del siglo XIX, con sólo los artículos bajo el cristal sugiriendo una atmósfera de museo. Fotografías de la biblioteca y el museo, muestran que el único factor distintivo entre las dos salas contiguas es que la biblioteca tiene unas estanterías y más espacio para mesas. El conectar la biblioteca al museo hacía que el mismo espacio del museo fuese una extensión de la biblioteca y un lugar de estudio serio. Vicuña Mackenna escribió un breve recorrido del museo ordenando el material cronológicamente, comenzando con 'el grupo aboríjene, el primero en órden de épocas'. Obsérvese el hecho de que Vicuña arraiga los pueblos indígenas firmemente en el pasado, aunque seguían siendo de algún modo los fundadores de la nación chilena. La colección de artefactos indígenas era pobre, no por falta de esfuerzo por parte del museo, sino porque los chilenos no valoraban estos artículos y por lo tanto no los preservaron. La colección de armas de la conquista era mejor y la colección del periodo de la independencia era la más 'completa'. En el museo se albergaron cuarenta y dos retratos de la serie de los gobernadores (que costaron 7000 pesos) así como una campana abandonada en Chile en 1808 que fue lo único que sobrevivió tras el incendio que destruyó la Iglesia de la Compañía. Una pintura de Santa Lucía porCarlos Wood, fechada en la década de 1850, proporcionaba una perspectiva sobre la transformación del cerro rocoso del centro de la ciudad. (El mercurio 2 Oct. 1874: 3) El concepto de la colección como algo finito, como algo que podría ser "completo", era parte de la ideología de museos, al menos en Chile. Obviamente, los restos del periodo de la independencia podían llenar sala tras sala (o todo de un museo de dos salas), pero Vicuña Mackenna ignoraba ese hecho, prefiriendo sugerir en cambio que esta medalla y aquella espada juntas se convertiera en una representación completa del periodo en virtud de encontrarse en el museo.

Aunque Vicuña Mackenna esperaba que el museo fuera 'una de la mesetas de la colonia que con los siglos ha de ser el Acrópolis de la sabiduría en nuestra tierra', (Vicuña Mackenna 1875: 274) con su muerte, el museo de historia cerró y la colección se dispersó. Mucho de lo relacionado con el Museo Nacional fue almacenado y el resto prestado a otros museos de Chile. La rápida desaparición del museo tras la muerte de Vicuña sugiere que fracasó en su intento por inculcar respeto por la historia y promover una conciencia histórica, como esperaba en un principio. En los años 80 y 90 del siglo XIX, las exposiciones de historia o museos entre los que sobreviven actas estaban todos relacionados con las fuerzas armadas de Chile. La exposición de amplio alcance de Vicuña , que incluía artículos del hogar, vestimenta, artefactos religiosos y árboles genealógicos, ofrecía una visión demasiado amplia de la historia. Vicuña Mackenna presentó una historia social más de acuerdo con los intereses históricos modernos. Los historiadores chilenos del siglo XIX buscaron una historia "útil" y los prodigios militares resultaban más útiles para una joven nación que los instrumentos de cocina (Woll 1982). Chile había nacido a través de la conquista, ganó la independencia a través del combate, y junto con Argentina, había impuesto la independencia de Perú. La nación continuó siendo belicosa durante el siglo XIX. Por mucho que los chilenos tuviesen el orgullo de ser una nación estable con un sistema político democrático, el conflicto armado y la conquista fueron integrales tanto a nivel nacional e internacional mucho antes de la Guerra del Pacífico (1879-1884.) Una rebelión armada acabó con la vida del dictador Diego PortalesLa guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana en 1836-1839 consolidó Chile como un poder continental y las guerras civiles entre1851 y 1859 terminaron con la firme subordinación del ejercito al poder político. A esto le siguió la guerra contra Españay después se inició la ofensiva en contra de los araucanos. Como apunta Ricardo Krebs, a lo largo del siglo XIX, cada generación de chilenos tuvo su guerra. Por consiguiente, la guerra en el siglo XIX fue el más poderoso detonante para la creación de la nación de Chile.

Las numerosas y efímeras exposiciones históricas se concentraron en la historia belicosa de Chile. Formalizando este papel, en 1867 el ministro público de educación Miguel Luis Amunategui ordenó la abertura de una galería de historia en el Museo Nacional. La colección expuesta incluía retratos de chilenos 'notables' y banderas tomadas de los españoles durante las guerras de la independencia. El catálogo del museo de 1878 anota que

'la galeria de retratos históricos... está formada por los retratos de los los presidentes de Chile i por otros (Isabel la Católica, Cristóbal Colon, Pedro de Valdivia, Claudio Gay, etc.) i una serie de los incas del Perú, estos cuadros no podrian recomendarse por mérito artístico ni exactitud histórica, asi, por ejemplo, en un de ellos está Caupolican, el esforzado cacique araucano, cargando una maza de las que en la sala etnográfica hemos encontrado entre las de las islas de Viti'. (Guía del Museo Nacional de Chile en Septiembre de 1878:40)
El catálogo, más desdeñoso que descriptivo, proporciona sin embargo algunas claves importantes para la colección. Los "presidentes" de Chile eran parte de la serie de gobernadores que Vicuña había comisionado para la exposición de 1873. El retrato de Gay había estado en el Museo Nacional desde su fundación, pero el resto de los artículos son de procedencia incierta. Sin embargo, ninguno de los retratos mencionados representaba específicamente a los "chilenos", más bien los sujetos eran españoles, italianos, franceses o araucanos. Aun así sus rostros formaban una parte esencial de la historia de Chile. Las obras en la galería relacionaban a Chile no sólo con un pasado europeo, pero también, de modo interesante con un pasado inca. Por mucho que la Chile "blanca" clamara ser superior que Perú y Bolivia, un antecedente indígena e imperial era una fuerte base desde la cual construir el sentimiento nacional. Esta base era particularmente importante ya que Chile, a diferencia de Perú y Bolivia, no tenía un glorioso pasado colonial y mucho menos un pasado indígena. Al contrario, Chile minaba su pasado en busca de valores o características para ser glorificados como el amor a la independencia y la valentía, en lugar de momentos históricos.

Desde el momento en que el Museo de Santa Lucia cerró hasta la abertura del actual museo de historia en 1911, no hubo consenso sobre qué artículos eran de valor histórico y dónde pertenecían. Como el museo principal de la nación, el Museo Nacional era el lugar más obvio para los artefactos, pero el director Rodolfo Amando Philippi fue inconsistente respecto a qué artículos eran de interés histórico y permitió en la exposición, en lo que fuese esencialmente su museo personal. Estaba decidido a mantener su museo dedicado a la historial natural, mientras creía que era el lugar lógico para los artículos históricos de importancia particular o artículos contemporáneos que la posteridad valoraría. La independencia fue honrada cuando el "Salón de armas", decretado por el presidente Aníbal Pinto, abrió sus puertas con ejemplos de armas regionales y armas tomadas al enemigo. El curador Philippi llegó a la conclusión de que los 'curiosos objetos' se convertirían en 'trofeos' y recordatorios de la Guerra del Pacífico, de este modo haciendo meritorio el lugar en el museo de historial natural. (Philippi Mar. 1881: 92-3) En 1882, Philippi informó que el museo habían adquirido varios artículos históricos que habían 'enriquecido' la colección. 'Son un pedacito de la bandera que Pizarro trajo a America' y 'un número de objetos hallados en la hacienda Montalvan, de propiedad el ilustre jeneral donBernardo O'Higgins'. (Philippi Nov. 1882: 510) La estrechez de miras de Philippi de lo que era la historia sólo daba cabida a reliquias de grandes hombres o eventos. Reliquias contemporáneas asociadas con grandes eventos fueron también bienvenidas al Museo Nacional. Los restos del equipo de navegación y tres cucharas de plata recogidas de los restos del naufragado buque Esmeralda fueron compradas para el museo nacional como 'preciosas reliquias de un barco heroico' (Philippi Feb: 1888) También fueron donadas al museo las banderas que se habían recogido durante la Guerra del pacífico de batallones bolivianos y peruanos.

Un rincón del 'Museo Militar'




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Un rincón del antiguo Museo Militar; unknown


Mientras que la fotografía no está fechada, la pintura es de Arturo Prat, mártir de la Guerra del Pacífico. Cortesía del Museo histórico Nacional. No está claro cuál es el museo representado en la fotografía.

Considerando la importancia central de la guerra en la identidad Chilena, no es sorprendente que existiesen tres museos militares diferentes fundados a finales del siglo XIX. El Museo de Armas Antiguas fue fundado en 1879 bajo las ordenes del Ministro de Guerra, Basilio Urrutia, justo al principio de la Guerra de Pacífico. Como ya se comentó, dos años más tarde, durante la guerra, el presidente Aníbal Pinto ordenó la apertura de la sala de armas en el Museo Nacional.



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Museo Nacional, Santiago de Chile; unknown


La duración de la exposición es incierta, pero el catalogo fechado en 1898 del Museo Nacional no menciona ninguna exposición de historia. Enrique Phillips en 1893 inauguró un museo militar en los Arsenales de Guerra, en la Avenida Blanco. Finalmente, se ordeno en 1984 la abertura de otro museo militar en el parque de las fuerzas armadas y del arsenal. La función de la 'Sección Museo Militar' era reunir y cuidar 'objetos militares que tengan algun valor histórico o que se juzguen útiles para la instrucción de la milicia' (El Mercurio 29 Oct. 1894; 2-3)

Tuvieron que pasar dos décadas antes de la evidencia de que otro museo militar emergiese. Un catálogo de 1909 atestigua la existencia de otro museo militar. La colección tratada en el catálogo repite la lista de estandartes y pistolas mostrados en exposiciones previas. Algunos de los artículos, como las banderas españolas que habían estado alojadas en el Museo de Armas antiguas, eran en realidad cogidos de previos museos. El catálogo ofrece la historia de cada bandera, que así pues se convierte en un medio para tratar la historia moderna de Chile. Por ejemplo, un batallón - Buim 1o de Unea -

'contribuyó a la formacion de los fuertes i caminos en la linea de Malleco, hasta la completa pacificacion de la Araucania, donde hoy se ostentan las florecientes provincias de Malleco i Cautin'.(Catálogo del Museo Militar de Chile 1909 : 13).
Otro batallón, durante la batalla de Tarapacá en la Guerra del Pacífico,
'quedó completamente aniquilado, perdiendo su estandarte que quedó sepultado entre un monton de cacáveres incluso su bravo comandante... este estandarte que ostenta 31 balazos, fué encontrado... en la Iglesia de San Roman de Tacna, despues de la batalla de este nombre, el cual fué entregado solemnemente en una parada military de todo el Ejército Chileno, en el campamento de Lurin'. (Catálogo del Museo Militar de Chile 1909: 14)
Este estandarte había sido dejado por muerto con los muertos, capturado por el enemigo y después recapturado por sus legítimos poseedores quienes lo llevaron de nuevo para la gloria de Chile. El nombre del estandarte fue cambiado, por decreto supremo, a "Batallón Tacna 2o de línea" para reflejar su importancia.

Muchos estandartes del museo fueron usados hasta la guerra civil de 1891. Los estandartes, que representaban batallones de ambos lados de la guerra se reunieron en el museo - como adecuadamente apunta Benedict Anderson: la cura de viejas heridas es esencial en la historia nacional. Anderson llama a esta unión de los vencedores y de los vencidos, o víctimas y asesinados, una 'historia de familia' creada a través de estratégicos actos del olvido y del recuerdo. La sangrienta guerra es olvidada como 'civil' y en su lugar es recordada como una riña familiar que el tiempo ha calmado. (Anderson: 1991) Sin embargo, los estandartes representaban batallones de muertos, y aquellos batallones que habían permanecido leales al presidente fueron disgregados después de la guerra civil. Ellos también, como los españoles y los araucanos, fueron conquistados.

Entre otros trofeos de guerra se incluían cañones y cinturones de munición. Estos cañones que 'perteneció al Museo de esa ciudad [Lima]' habían sido cogidos del Perú durante la Guerra del Pacífico. ( Catálogo del Museo Militar de Chile 1909: 37) El saqueo de Lima (de los 50000 volúmenes en la Biblioteca Nacional, los chilenos sólo dejaron 1000) fue una fuente de rencor entre los dos países durante generaciones. Pero los chilenos de aquel tiempo no se avergonzaron de los bienes proveídos del saqueo. En una ocasión, el museo mostró una bandera, de la guerra de la independencia de Perú, que fue 'encontrada' en Callao durante la ocupación chilena de 1881. (Catálogo del Museo Militar de Chile 1909:9) Teniendo en cuenta la simbólica importancia de estos trozos de tela, el robo no fue de estandartes sino de historia nacional.

La colección militar del museo fue subsumida al Museo de Historia (fundado por decreto presidencial el 2 de mayo de 1911) que hoy día sobrevive. El catálogo de la exposición colonial que Vicuña había esperado que se convertiría en un documento histórico de derecho merecido, sirvió como base para la nueva reunificación en un nuevo museo de las colecciones de reliquias de la era colonial y de la independencia. El Museo Nacional unió dos sensibilidades historiográficas: una más amplia concepción de la historia, con una mentalidad de guerra y conquista. Es más, la fundación del museo fue impulsada por las celebraciones centenarias de 1910 . Como Benjamín Vicuña Mackenna había esperado, una exposición cambió percepciones históricas. El museo de historia fue primeramente alojado en salas en el recién abierto Museo de Bellas Artes, un edificio neo-clásico situado en el Parque Forestal de diseño francés a las orillas del río. Una pintura de 1915 representa un ejemplo de la muestra, una caja fuerte, muebles, y banderas y estandartes chilenos



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Un Rincón del Museo en el Palacio de Bellas Artes; Formas de Dávila, Ema


. Con el tiempo, el museo se trasladó a una sección de la Biblioteca Nacional, con su propia entrada por Miraflores, que ahora aloja el Archivo Nacional. En 1892, el Museo Histórico Nacional se desplazó a su actual lugar en el Palacio de la Real Audiencia, en la restaurada Plaza de Armas donde actualmente se dedica a una investigación histórica a través de reliquias del pasado.

Este examen de los varios museos y exposiciones de historia en Chile a finales del siglo XIX ha indicado dos tendencias importantes. En primer lugar, que a los museos de historia no se les había dado la prioridad que podríamos haber supuesto, dada la importancia de historiadores particulares y historia en el campo académico. Cada museo y exposición luchó por existir, y sin el fuerte respaldo de Vicuña Mackenna, el único museo dedicado exclusivamente a la historia en Chile desapareció. Su colección, tan cuidadosamente llevada a Santiago desde todas las partes del país, se dispersó de nuevo. Cuando una exposición de historia se las arreglaba para sobrevivir o el gobierno solicitaba subvencionar una exposición de historia, esta se centraba en lo militar. La visión de Vicuña Mackenna de lo que pertenecía a un museo de historia era mucho más amplia que la de los gobiernos, que se centraban en las armas, banderas capturadas y reliquias de los muertos en guerras. Sólo en 1911 estas dos visiones fueron llevadas a cabo conjuntamente en el actual museo de historia.

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