horizontal line
Argentina y Brasil en la Exposición Universal de París de 1889 Alvaro Fernández Bravo
Universidad de San Andrés, Argentina

horizontal line

L'acte du monument n'est pas la mémoire, mais la fabulation. Gilles Deleuze y Felix Guattari, Qu'est-ce que la philosophie?




Click for image details
El Pabellón Argentino en la Exposición de París 1889


Los pabellones latinoamericanos en las exposiciones universales ofrecen una valiosa oportunidad para examinar los procesos de formación de los imaginarios nacionales y la posición de América Latina en el escenario mundial durante la segunda mitad del siglo XIX. Un estudio comparado de los pabellones de Brasil y Argentina permitirá analizar las imágenes que estos países forjaron entonces de sí mismos, las mercancías y los símbolos con que eligieron ser representados, así como el lugar asignado a las naciones latinoamericanas en el contexto finisecular. La Exposición Universal de París de 1889 resulta de particular interés dado que marca, junto a la exposición de Chicago de 1893 y la de París de 1900, un punto culminante en la trayectoria de las ferias mundiales desde su comienzo en Londres en 1851 hasta la Primera Guerra Mundial, tanto por el número de expositores como por la cantidad de público que las visitó (Burton 1992). Esta exposición también es única debido a la fuerte inversión realizada por los estados latinoamericanos en sus pabellones. Mauricio Tenorio Trillo (1996) observa que, en los casos de México y Argentina, el monto invertido en cada una de las delegaciones superó el gasto de los Estados Unidos en la suya.

El año 1889 señala en Brasil el fin del régimen monárquico y el comienzo de la república y junto con ello, el inicio de un proceso de distensión y acercamiento entre ese país y la Argentina que se prolonga durante las primeras décadas del siglo XX (ver figura 1).

Click for image details


Según lo ha estudiado José Murilo de Carvalho (1990), la adopción del nuevo régimen generó un intenso debate en torno al modelo republicano, que se trasladó a los símbolos y alegorías con que la república sería representada. Los emblemas de la nacionalidad brasilera fueron adaptados a la nueva configuración política y alcanzaron una definición en la que se observan continuidades y rupturas con la iconografía imperial. Símbolos cívicos como monumentos, celebraciones, héroes, la bandera, el himno nacional o la misma representación física de la nación -que siguiendo el modelo republicano francés adquirió forma femenina- resultan renovados y se aproximan a los de las repúblicas hispanoamericanas, abandonando la alicaída pompa imperial que generaba suspicacia entre sus vecinos.

En ocasión de las visitas que en 1901 se realizaron mutuamente los presidentes de Brasil y Argentina se publicó un libro titulado El Brasil y la Argentina: Confraternidad Sud-Americana, donde se lee:

Después de la Independencia de las Colonias españolas, el mismo grito de Ipiranga, que separó al Brasil del Portugal, no tuvo fuerza bastante para destruir el pasado. La esclavatura y la monarquía, fuertes y sostenidas en la Nación limítrofe con las libres Repúblicas del Plata, producían el alejamiento de los dos pueblos que vivían al amparo de distintas instituciones. Pero, sonó también para el Brasil la hora suprema en que las naciones alcanzan su completa redención. Tras la abolición de la esclavatura, una revolución sin sangre, fruto maduro del convencimiento nacional, produjo el cambio radical en la forma de gobierno brasileño. El Imperio constitucional hereditario fue reemplazado por la República Federativa. No han pasado todavía tantos años, para que se hayan perdido ya los ecos del jubiloso entusiasmo con que la República Argentina saludó el grande acontecimiento (Varela y Lainez 1901:IX-X).

Como señala la cita, también la abolición de la esclavitud en 1888 contribuyó al acercamiento entre Brasil y las restantes naciones de América Latina, eliminando un obstáculo para la modernización vivido con incomodidad incluso por sectores de la propia élite brasilera. Según declara Federico J. de Santa-Anna Nery en la introducción a Le Brésil en 1889, catálogo oficial del pabellón brasilero para la Exposición Universal, "en 1889, le Brésil vient à Paris en montrant son drapeau vert et or d'ou a disparu la tache noire de l'esclavage" (xi). La esclavitud aparece allí definida como esa "vieille cicatrice noire" y como la "plaie séculaire qui rougeait le Brésil" y que la república, con una deliberada voluntad por enviarla rápidamente a un pasado menos lejano de lo que acaso deseaba imaginar, dejaba atrás (xviii).




Click for image details
Pavillon du Brésil; unknown


El problema de la forma republicana de gobierno posee en esta coyuntura una importancia adicional. La Exposición Universal de 1889 fue concebida como una conmemoración del centenario de la Revolución Francesa y un homenaje a los valores republicanos sostenidos por la Tercera República. En un gesto que acompaña la agudización de las pasiones nacionalistas experimentada durante el período, las exposiciones -imaginadas inicialmente como una celebración de valores universales tales como el libre comercio y la innovación industrial- fueron incorporando rasgos donde pueden leerse las rivalidades imperiales que desembocarían en la Primera Guerra Mundial. Las pruebas del progreso histórico que las exposiciones pretendían exhibir se desplazaron de principios económicos como el laissez faire a imágenes que exaltaban la grandeza nacional. Hacia 1900 los gobiernos se hallaban tan involucrados que eran apenas distinguibles de los empresarios que habían dominado el escenario de las primeras exposiciones. Los gobiernos competían entre sí desde sus pabellones nacionales formulando estrategias de propaganda patriótica. El republicanismo francés es un buen ejemplo de esta transición ideológica, ya que se refiere tanto a valores "universales" coherentes con el espíritu histórico de las exposiciones -libertad, justicia, derechos civiles- como a reivindicaciones nacionalistas -la identificación de la república con Francia. La evocación de la Revolución de 1789, aunque se trató de un homenaje muy moderado que excluyó deliberadamente recordar sus aspectos más revulsivos, sin duda contribuyó al débil entusiasmo que la feria despertó entre las casas reales todavía gobernantes en buena parte de Europa. Como resultado de esta situación, la mayoría de las cortes europeas resolvió boicotear una conmemoración sobre la que no tenían nada que festejar, no enviando delegaciones oficiales de sus países. La posición del Brasil -entonces la única nación americana con un régimen monárquico, devenido en república el mismo año de la exposición- resultaba visiblemente incómoda.

Por otra parte, en ese momento el ideal republicano gozaba de un alto prestigio en Hispanoamérica, impulsado por la derrota de las tropas francesas en México y el colapso del Segundo Imperio. En Chile, voces como las de José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao asociaban república con americanismo y ampliación de los derechos políticos. En otros casos como los de México y Argentina, la república implicaba una fuerte concentración del poder en las ciudades capitales en detrimento de las provincias, donde a menudo los focos rebeldes fueron aplastados con violencia. Se trataba de un modelo republicano autoritario, que propiciaba una división entre los derechos civiles consagrados a amplios sectores de la población y los derechos políticos, firmemente controlados por una minoría. La república de habitantes y no de ciudadanos sobre la que se lamentó Sarmiento antes de morir. El modelo a seguir era el de la república portaliana de Chile, para evitar el faccionalismo militar que había empujado a México a la anarquía (Botana 1984: 418). La consolidación del poder en manos de la élite liberal favoreció la adopción de un modelo republicano centralista y los principios republicanos celebrados en la Exposición de 1889, a diferencia de la nobleza europea, fueron recibidos con entusiasmo por las clases dirigentes de Hispanoamérica.

La exposición por lo demás, no significaba exclusivamente un homenaje a la República Francesa, sino también a las ideas de progreso, comercio y conocimiento tradicionalmente celebradas en las ferias. Pedro II, emperador del Brasil hasta 1889, fue un convencido protector de las ciencias y las artes y la actitud de su gobierno frente a la invitación a participar no pudo dejar de estar atravesada por sentimientos contradictorios: una aceptación entusiasta era coherente con la política de mecenazgo y estímulo del saber impulsada por el monarca, así como con los intereses comerciales y políticos de su país, deseoso de abrir mercados y abastecer su fuerza laboral con inmigrantes europeos. Pero la participación brasileña implicaba al mismo tiempo suscribir los principios republicanos que la misma investidura imperial de Pedro II venía a contradecir.




Click for image details
Das Kaiserreich Brasilien auf der Weltausstellung von 1876 in Philadelphia; unknown


En efecto, según consta en la introducción a Le Brésil en 1889, la invitación recibió inicialmente una respuesta positiva cuando en 1885 Antonio da Silva Prado, ministro de Trabajos Públicos de Pedro II, declaró al Senado que el gobierno se haría representar oficialmente en la muestra. Esta posición, no obstante, fue modificada en enero de 1888 cuando el gobierno informó al ministro francés en Río de Janeiro que el Imperio del Brasil no asistiría.Finalmente, luego de la presión ejercida por la diplomacia francesa y por los grupos locales interesados en la participación brasilera, en marzo del mismo año se constituyó el Comité Franco-Brasilero encargado de organizar el pabellón. A pesar de la decisión, como señala Maria Inez Turazzi,
"A exemplo de la aristocracia européia, a aristocracia brasileira não aceitara o convite para participar de qualquer comemoração em torno do centenário da Revolução Francesa, o que levou o governo imperial a abster-se de comparecer à exposição em caráter oficial (Turazzi 1995:152).

Sin embargo, los problemas de la delegación brasilera en la exposición no concluyen allí. Quedaban por determinar todavía las características del pabellón y su posición en el contexto general de la feria. Tanto los objetos, mercancías, imágenes y especies naturales, como la ubicación topográfica de los edificios contribuían a precisar las identidades exhibidas y hablaban acerca de la posición de cada nación en la clasificación universalista armada en la muestra. La exposición funcionaba como un auténtico "mapa del universo"donde convivían palmeras y pinturas con pistones (Buck-Morss 1991) y donde las reputaciones nacionales de cada país quedaban establecidas.



Click for image details
El Pabellón salvadoreño en la Exposición de París 1889


La ubicación de las naciones en la clasificación mundial tenía una importancia clave para las delegaciones latinoamericanas, dado el interés por cambiar su imagen y atraer los capitales y la fuerza laboral necesarias para sustentar su crecimiento económico. La delegación argentina, según señala Olga Vitali, resistió cuanto pudo la voluntad oficial de los organizadores por ubicar su delegación en un pabellón colectivo junto a las restantes representaciones latinoamericanas, ubicadas a su vez en un sitio próximo al de las colonias. Estas se encontraban agrupadas en una "ciudad colonial", dividida en cuatro distritos "étnicos": árabe, oceánico, africano y asiático, poblados de coloridas estructuras exóticas como pagodas, mesquitas y minaretes (Silverman 1977:77). Evidentemente, quienes diseñaron la Exposición tenían en mente un distrito latinoamericano que duplicara la "ciudad colonial" donde se encontraban los pabellones de las colonias europeas. ¿Qué significaba esta localización en el marco de la enorme clasificación internacional establecida en la exposición? Nada menos que poner en duda el mismo status nacional de los países de América Latina, invitados a participar como naciones independientes, pero clasificados en un orden ambiguo que les negaba soberanía individual y los agrupaba bajo la confusa categoría de "región".




Click for image details
The Argentine Pavillon; Dumas, F. G. and Fourcaud, L. de


Sin duda otras consideraciones como la peculiar imagen europea que la Argentina forjó de sí misma influyeron en esta posición, y de hecho el pabellón argentino resultaba, en comparación con el mexicano y el brasilero, aquél que poseía rasgos menos evidentes de su origen latinoamericano. Pero más allá de la renuencia a ser identificada con América Latina puede leerse en esta política el anhelo de ser considerada una nación soberana e independiente y no como una colonia. Una actitud semejante fue adoptada por otras delegaciones latinoamericanas, como la protesta por ser confundidos con las colonias manifestada por Santa-Anna Nery en Le Brésil en 1889, o la resistencia de los representantes mexicanos ante la insistencia de los organizadores de la muestra en dotar de rasgos orientalistas a su pabellón.

El catálogo de la exposición titulado L'Exposition Universelle de 1889, escrito por Émile Monod, permite reconocer la posición ambigua en la que se encontraban las delegaciones latinoamericanas y la escasa atención dedicada a sus pabellones en la muestra. A lo largo de sus 699 páginas profusamente ilustradas, tan sólo consta una referencia marginal, en un texto que comenta la distribución espacial de los edificios. Dice allí:

"Constructions situées dans le jardin, a droite de la tour. Si après avoir parcouru l'Histoire de l'Habitation, on entrait dans le jardin situé entre la Tour et l'avenue du Suffren, on rencontrait, entre autres constructions: Le bâtiment de la Compagnie de Suez; Le pavillion du Bresil avec une magnifique serre pour l'expositions des plantes de l'Amerique du Sud; Le pavillion de la République Argentine; Le bâtiment mexicain, dont tout la construction, après l'Exposition, a été transportée au Mexique et dans laquelle doit être installé un musée archéologique" (Monod 1889: 66).
Este comentario permite identificar algunas cosas: por un lado, los pabellones latinoamericanos fueron agrupados junto a un edificio de la administración colonial europea, la compañía de Suez. Esto significa una colocación marginal no sólo en la guía, sino también en la distribución espacial de las delegaciones nacionales, donde las ubicaciones más vistosas y centrales fueron cedidas a las naciones europeas, por su importancia política y económica, o incluso a sus colonias, dada la curiosidad etnográfica que podían despertar en el público, según lo ha estudiado Timothy Mitchell. Su localización física en el Campo de Marte, junto a la Torre Eiffel, empequeñecía los edificios, según se lamentaba el vizconde de Cavalcanti acerca del pabellón brasilero. Las metrópolis coloniales competían entre sí incluso a través de los pabellones coloniales, en los que exhibían retratos del "atraso" -la aldea africana- o evidencias de su misión civilizadora sobre las sociedades coloniales -el pueblo argelino, en el que convivían signos de la cultura árabe con rastros de la arquitectura y cultura francesas. Naciones y colonias funcionaban como los extremos del paradigma evolucionista y jerárquico en el que América Latina no calzaba como una pieza exacta.


Click for image details
El Pabellón Uruguayo en la Exposición de París 1889


Por otro lado, las referencias del texto indican que los pabellones latinoamericanos no lograban ser percibidos como correspondientes a naciones propiamente dichas, ni tampoco a colonias de las metrópolis imperiales tradicionales. Su exotismo natural y arqueológico -reconocible en la vegetación tropical que decoraba el pabellón brasileño o en la arquitectura del Palacio Azteca donde se ubicaba la delegación mexicana, referidos en la cita- no bastaba para atraer la atención o merecer más que una referencia secundaria en el catálogo general de la muestra.




Click for image details
El Pabellón boliviano en la Exposición de París 1889


La pregunta que surge en este punto es: ¿cómo habrían de definirse y representarse los países latinoamericanos si querían diferenciarse de las colonias, pero querían a la vez ser reconocidos como naciones con una cultura propia y distintiva, diferente de la cultura de sus metrópolis europeas? ¿Qué objetos e imágenes representarían mejor su idiosincrasia nacional, en un contexto donde las naciones se convertían en la unidad de representación dominante y cada una de ellas, a su vez, debía optar por rasgos específicos que la definieran con nitidez respecto a las demás?

La riqueza de las naciones

Los pabellones nacionales en las exposiciones universales fueron imaginados como museos efímeros donde se exhibían productos característicos de cada nación, y pueden ser leídos como instancias donde la imagen de la nación se materializa en mercancías. Pero las mercancías no funcionaban como objetos inocuos, sino que servían para expresar jerarquías entre las culturas y no sólo magnitudes de valor específico (Coronil 1997:37). Cada producto expuesto adquiría las propiedades intangibles que Marx definió como "el fetichismo de la mercancía". Al integrarse al escenario-mercado montado en la feria, nuevos atributos se adherían a los productos, que los convertían en objetos dotados de un valor ideológico establecido en relación con los principios dominantes en las exposiciones. Estos principios privilegiaban la tecnología y el desarrollo industrial como evidencia concreta del progreso histórico de la humanidad. Aquellos países más desarrollados mostraban sus manufacturas industriales e inventos, que resultaban asociados con una bandera y con una nación, como es el caso de los Estados Unidos. De este modo, el fonógrafo de Thomas Alva Edison despertó la admiración del público y un crítico francés definió a los norteamericanos como los enfants prodiges de la feria, por los adelantos técnicos que sus inventos demostraban. La misma Francia exhibía una prueba de su progreso material y tecnológico en la Torre Eiffel, el monumento más característico de la exposición (ver figura 2 ). Otras naciones en cambio, exhibían productos de origen agrícola, como los que dominaron los pabellones de Argentina y Brasil. Carne y cereales en el primero, café y caucho en el segundo caso, se convirtieron en símbolos nacionales. Al quedar firmemente asociadas con ambos países, estas mercancías los definieron como exportadores de materias primas y marcan el ingreso de ambas naciones en el mercado mundial. La entrada de Brasil y Argentina en el circuito del comercio internacional indica el proceso de división universal del trabajo en el que aparecen confinados al rol de exportadoras de productos primarios. Cabe destacar que esa imagen es responsabilidad de las propias élites que eligieron esos productos para simbolizar sus culturas.




Click for image details
La República Argentina en la Exposición de París: la gran vidriera de colores


Pero lo que es más interesante, las mercancías funcionaron como fetiches de Estado. De acuerdo con la misma lógica del fetichismo, donde la parte reemplaza al todo, estos productos hegemonizaron la representación de las naciones que los exhibían y se volvieron alegorías de sus culturas: la carne argentina y el café brasilero como objetos recortados de sus contextos específicos y como objetos que simbolizaban totalidades abstractas. Pero la relación entre esas mercancías y las naciones que pretendían representar no era transparente. Implicaba, por el contrario, el privilegio de ciertos sectores y ciertas regiones -la oligarquía terrateniente de Buenos Aires, la burguesía agraria cafetalera paulista- que ejercían la hegemonía de la representación nacional y regulaban los dispositivos estatales capaces de producirla.

El rol que cupo al Estado en la definición de la imagen de la nación en el escenario mundial de la exposición no es menor. En el caso de Brasil, según hemos visto, porque se trata de un momento en el que el sistema republicano reemplazó a la monarquía como forma de gobierno, y durante el cual se constituyó un nuevo sistema político. José Murilo de Carvalho sostiene incluso que la abolición de la esclavitud marca el nacimiento del Brasil como nación (Murilo de Carvalho 1988:15). Con el fin del régimen esclavista y el surgimiento de la República aparece por primera vez en el horizonte un sujeto colectivo nacional abarcador de la totalidad de la población brasilera, que permitirá la formación de la ciudadanía como actor social. Hasta entonces, la existencia de un elevado porcentaje de la población sin derechos civiles impedía hablar de nación en Brasil; el Imperio posee súbditos, clientes, nobleza, esclavos, distintos grados del ejercicio de la ciudadanía, pero no tiene ciudadanos. Simultáneamente, la implantación de la república convertirá a Río de Janeiro en centro del poder político y administrativo de la burocracia estatal y a San Pablo en centro del poder económico, distribución que comenzará a consolidarse a partir de entonces y que podrá reconocerse en el pabellón brasilero.



Click for image details
Brazil at the Louisiana Purchase Exhibition; unknown


En el caso de la Argentina, a partir de la forzada pacificación y del fortalecimiento de la república centralista con su polo en Buenos Aires, producidas durante la década de 1880, el Estado adquiere una participación activa en la construcción de fábulas de identidad colectiva, de la cual el pabellón es una muestra. El establecimiento de Buenos Aires como capital federal de la totalidad de la nación permite el fin de las disputas entre el puerto y las provincias, afianzando la centralización y la paz social. Pero también señala el fin del sueño de la república clásica, virtuosa y descentralizada, en pos de un modelo unipolar, que ejercerá la hegemonía de la representación, según podremos comprobar de manera semejante en el pabellón argentino.

En ambos casos la imagen de la nación queda establecida a través de resortes específicos del Estado: las comisiones y organismos formados para diseñar y equipar los pabellones; los museos y reparticiones públicas que colaboraron en la selección de los objetos exhibidos; los prominentes hombres de Estado que intervinieron en la organización de los edificios y en la escritura de las narraciones de la nación. Así, el barón de Rio Branco, impulsor de algunas de las reformas políticas más importantes efectuadas en Brasil durante las primeras décadas del siglo XX, escribió la sinopsis histórica incluida en Le Brésil en 1889; también Eduardo da Silva Prado y el visconde de Cavalcanti, ambos influyentes políticos, participaron tanto en la escritura de capítulos del catálogo como en la disposición del pabellón. La organización del pabellón argentino por su parte, dependía de la Oficina de Información y Propaganda del Ministerio de Relaciones Exteriores, que le adjudicó un rol clave en la promoción del país como destino para la inmigración europea. El pabellón fue inaugurado por Carlos Pellegrini, entonces vicepresidente y luego presidente de la Argentina y la comisión argentina estuvo presidida por Antonio C. Cambaceres -hermano del escritor. Estos datos nos dan una idea del valor que tenían las exposiciones para las clases dirigentes latinoamericanas, que las veían como una ocasión para corregir la imagen de atraso e inestabilidad crónica asociada con sus países. Pero, ¿qué imagen presentar para reemplazar aquella que los perjudicaba? ¿Qué retrato de la nación construir, capaz de atraer las inversiones e inmigrantes -el capital y la fuerza de trabajo necesarios para modernizar sus naciones?

Esa imagen sería edificada casi desde cero por las élites liberales. Precisamente el modelo de representación republicano centralista y autoritario era coherente con el carácter espectacular y teatral de los pabellones. Las exposiciones permiten acceder de este modo, a una visión congelada del Estado, tal como se lo imaginó en América Latina durante las últimas décadas del siglo XIX. A diferencia de la democracia rousseauniana -la república virtuosa que sedujo a los patriotas hispanoamericanos de la Independencia- el modelo republicano representativo ahora privilegiado suponía una distancia entre las masas y el poder político. La mediación estaría a cargo de la élite liberal. Se trataba de "la libertad de los modernos" definida por Benjamin Constant, que suponía, a diferencia de la libertad clásica de las repúblicas antiguas, interponer la representación como condición necesaria de la participación política. La representación siempre implica distancia y la elección de un objeto; debe ser representación "de algo", que en este caso será también una mercancía. Al tomar la parte (el objeto, i.e. el café) por el todo (la nación, i.e. Brasil), quedan desplazadas las relaciones humanas y en su lugar se produce una reificación: la parte usurpa el lugar de la totalidad y es pasible de ser manipulada por quienes deciden (y se benefician) con su control. Si retomamos la idea de la exposición como un espectáculo, podremos comprobar que la representación supone una separación entre un público inmovilizado -como en un teatro- observando los objetos que simbolizan la nación.




Click for image details
Brazil at the Louisiana Purchase Exhibition; unknown


La audiencia de las exposiciones estará formada no sólo por el público europeo -la burguesía que asiste masivamente a las ferias- sino también por un público latinoamericano, que a través de los periódicos y las crónicas periodísticas, y de las exposiciones locales que precedieron y alimentaron a las delegaciones para el escenario internacional, recibió las imágenes proyectadas en los pabellones nacionales por los nuevos estados latinoamericanos.

El Estado será entonces la herramienta para la construcción de los imaginarios nacionales. En el Estado buscarán ser disueltos los antagonismos que habían escindido a la nación: las guerras civiles y las fragmentaciones que impedían la formación de un sujeto colectivo nacional. Pero para alcanzar la reconciliación será preciso apelar a otros recursos más allá de la violencia; la hegemonía estatal será construida a través de un programa pedagógico integrado por imágenes, capaz de modelar el sujeto del Estado que la república necesita para su funcionamiento: la ciudadanía. En las colecciones de objetos exhibidos en los pabellones y en las representaciones por ellas articuladas, veremos las fabulaciones de la identidad, las versiones del pasado y la imagen del futuro nacional construidos por la retórica estatal bajo la forma de un espectáculo.

Cultura y espectáculo

El pabellón argentino fue diseñado como una estructura de hierro desarmable, con el propósito de transportarlo una vez concluida la feria a Buenos Aires, donde sería empleado como museo. En efecto así ocurrió y el edificio se convirtió, una vez en la Argentina, en sede del Museo Nacional de Bellas Artes entre los años 1910 y 1933 (ver figura 3)



Click for image details
The Argentine Pavilion in Buenos Aires. View from Arenales St.; unknown


. El diseño, obra del arquitecto francés Charles Ballu, poseía una extensión de 1600 metros cuadrados distribuidos en dos pisos. A diferencia de otros pabellones latinoamericanos, el edificio carecía por completo de alusiones a la arquitectura española colonial y tampoco había signos de las culturas prehispánicas, como en el caso del pabellón mexicano, o a las culturas aborígenes americanas.


Click for image details
Pabellón argentino. Cúpula


En sus ángulos superiores y en la entrada principal tenía numerosas esculturas, todas obras de artistas franceses, referidas a temas agrícolas. Su interior estaba poblado de objetos e imágenes alusivas a los abundantes recursos naturales que el país ofrecía. Materias primas como carne refrigerada -una mercancía clave que comenzaría a ser exportada hacia el mercado británico, y que definiría las alianzas políticas y económicas de la Argentina durante la primera mitad del siglo XX- dominaban el campo visual. El Bulletin Officiel de la Exposition de l'Exposition Universelle de 1889 incluye en su edición del 18 de julio una ilustración de la máquina conservadora de carnes expuesta en el primer piso del pabellón argentino. También se exhibían rocas, cereales, cueros y alimentos. Esta colección de objetos articulaba un relato dirigido a un público potencial que el Estado intentaba seducir: los inmigrantes y los inversores, necesarios para impulsar la modernización. La muestra de recursos naturales y en particular de alimentos probablemente intentaba producir una imagen atractiva para capitalistas y trabajadores en búsqueda de oportunidades: la de un país rico en recursos naturales, en especial alimentos, y hospitalario para la inmigración europea.




Click for image details
Exposición Nacional de Ganadería y Agricultura; Unknown amateur photographer


La hegemonía de la carne y los cereales también hablaba de quién había triunfado en la guerra civil entre la capital y el interior. Los productos agropecuarios que definían la identidad nacional simbolizaban el poder de las llanuras costeras y de las clases terratenientes, que habían conseguido imponer su dominio sobre la administración del Estado.

La debilidad de los signos relativos a América Latina habla de la voluntad por diferenciarse de la región y borrar todo elemento exótico que pudiera desalentar a potenciales inmigrantes: ni los indígenas, ni la rudeza del trabajo rural, ni tampoco los gauchos son materia de representación visual. Por el contrario, predominan imágenes de una paz bucólica bastante diferente a la que había prevalecido en las pampas durante el siglo XIX. Cabe destacar en este sentido, que la delegación argentina se encontraba en una competencia explícita con otros países, pero principalmente con Brasil, por cautivar el interés de la inmigración europea.

El pabellón argentino estaba dominado por una iconografía que contrasta con América Latina e incluso con la herencia cultural hispánica visible en otros pabellones. Del mismo modo que la delegación oficial rechazó ser incluida en un pabellón colectivo con las restantes naciones del continente, el edificio y los objetos incluidos en él expresan la idea de la Argentina como un país europeo en América, desprovisto de marcas culturales locales como referencias a indígenas, que podían desalentar la inmigración potencial.



Click for image details
Pabellón argentino. Pechinas de bronce bajo la gran cúpula


Sin embargo, precisamente esa debilidad de signos específicos tuvo el efecto de privar al país de señales que lo identificaran claramente en el contexto de la feria. En este caso el dilema se planteaba entre el exotismo o la anomia. Privilegiar una representación que resaltara rasgos locales significaba quedar asociado con aquello que las élites querían borrar de su imagen nacional: barbarie, salvajismo, peligro, inestabilidad. Ese fue el camino elegido por México, al construir el Palacio Azteca que se destacaba en la arquitectura de la feria.


Click for image details
El Pabellón mexicano en la Exposición de París 1889


Sin embargo, el pabellón mexicano exhibía en su interior pruebas del progreso y la modernización -fotografías de ferrocarriles, industrias y edificios- que buscaban desmentir la idea del país como uno "atrasado". Por otra parte, presentar una imagen excesivamente europeizada conllevaba el riesgo de diluirse entre las demás delegaciones, sin exhibir ninguna marca distintiva de la identidad. Así parece figurar la Argentina, cuyo edificio, obra de un arquitecto francés y completamente desprovisto de marcas vernáculas, no merece ningún comentario en la guía de la exposición.

Las mercancías exhibidas tampoco contribuían significativamente a producir una imagen distinta. Aunque estaban ausentes referencias a los indios, al pasado hispánico y al contexto latinoamericano en el que la Argentina estaba inserta, la presencia de materias sin procesar como carne, cereales, madera y rocas no bastaba para generar la idea de una nación sustancialmente distinta de sus vecinos.



Click for image details
El presidente Roca en la Exposición Rural de 1895; Roca, Julio Argentino


Es más, la carne resultaba una marca característica de la barbarie, que los escritores románticos del siglo XIX como Sarmiento y Echeverría habían denunciado y que Charles Darwin describió como una alegoría de la vida rústica en las pampas sudamericanas.




Click for image details
El Pabellón brasileño en la Exposición de París 1889


En el caso del Brasil, el país estuvo presente ocupando un área de 2500 metros cuadrados distribuidos en varios edificios. El pabellón principal tenía una dimensión de 1200 metros cuadrados, de los cuales sólo 400 eran cubiertos. El espacio restante estaba ocupado por jardines cubiertos de palmeras y orquídeas y un estanque de agua templada donde crecían plantas tropicales, que naturalmente despertaron el interés del público. A diferencia del pabellón argentino, las estatuas que decoraban el edificio, ubicado frente al argentino, referían motivos indígenas. Cada una de ellas representaba un río -el Amazonas, el Tocantins, el Madeira, el San Francisco, el Parnaíba y el Paraná- y estaba encarnada por una estatua de un indígena de sexo masculino o femenino, vestido con atuendo típico. También existía un "palais de l'Amazone" donde se exponían objetos representativos de las culturas aborígenes como flechas, máscaras, estatuas y retratos. La imagen de la nación asociada con representaciones indígenas poseía una rica genealogía, y fue empleada como símbolo del Brasil por el régimen imperial. (Murilo de Carvalho 1998:233-268)

La presencia de las culturas indígenas no obstante, aparecía convenientemente recluida en gabinetes y vitrinas. La política de atracción de la inmigración enfatizaba que "la trés grande majorité des quatorze millions d'habitants de Brésil est composée de descendants ou representants des races de l'ancien monde", según declara Eduardo da Silva-Prado en Le Brésil en 1889, en el capítulo referido a inmigración (De Santa-Anna Nery 1889:473). En este sentido, también estaban ausentes referencias a las minorías africanas y a su vínculo con el trabajo esclavo; la promoción de la inmigración era parte de una política estatal de colonización y de reemplazo de la fuerza laboral por trabajadores europeos.

Del mismo modo que los demás pabellones latinoamericanos, los brasileros enfrentaron el dilema del exotismo o la anomia. Del mismo modo también, intentaron disipar la percepción de su país como uno atrasado y arcaico, reemplazándola por la idea de una nación civilizada. Pedro II se proclamaba como el emperador-ciudadano, en un esfuerzo por adaptar los rasgos de su gobierno a los tiempos modernos. Brasil intentó construir su imagen como "a mais republicana das realezas" pero, paradójicamente, ello contribuyó a su mayor exotismo. (Schwarcz 1998:405) La idea de un imperio tropical, situado en América del Sur y gobernado por un monarca europeo no parece haber colaborado a disminuir su "rareza" ante el público europeo, sino todo lo contrario.

No obstante, si situamos al pabellón brasilero dentro de la estrategia de atracción de la inmigración, resulta evidente que el exotismo representado en la feria no desalentó a los trabajadores europeos que se desplazaron masivamente: más de 3 millones de inmigrantes ingresaron en el Brasil entre 1884 y 1920, la mayoría italianos. De estos, un 60 % se dirigió aSan Pablo. El régimen republicano brasilero, a diferencia del argentino, permitió una distribución menos centralizada del poder político, aunque eso no implicara una intervención más amplia de la base social en el control del Estado.

En cuanto a las mercancías, el café continúa e incluso aumenta su participación visual y material en el pabellón de 1889, con un pabellón específico en el que se invitaba a los visitantes a la degustación de café brasilero. (Turazzi 1995:152) Allí puede reconocerse la presión de la burguesía agraria, en particular de los cafecultores paulistas, los mismos que también influyeron desde su partido republicano en el fin de la monarquía, y cuyo peso en las políticas del Estado sería dominante en el país hasta los años 30. Para expandir su negocio y aumentar la producción, resultaba preciso incorporar trabajadores europeos y obtener un mayor acceso al mercado mundial. Por eso el pabellón se inserta como una pieza capital de la política del Estado. Sus funciones fueron concebidas en el marco de una estrategia más amplia de propaganda internacional, pero sobre todo es posible reconocer en él un proceso en muchos sentidos inverso al de la Argentina.




Click for image details
Brazil at the Louisiana Purchase Exhibition; unknown


Mientras en la Argentina la constitución del Estado estuvo acompañada por una concentración del poder en la oligarquía agrícola y en la ciudad de Buenos Aires, en Brasil el nacimiento de la república indica la irrupción de la burguesía paulista, que viene a disputar la hegemonía en la representación nacional. El régimen imperial brasilero había argumentado a favor de la conveniencia de la monarquía, apelando al ejemplo de disgregación y anarquía de las naciones hispanoamericanas como un peligro del cual había que apartarse. El centralismo del Imperio obraría como antídoto contra la fragmentación, y sería la garantía contra el desmembramiento regional y la inestabilidad política. En efecto, con el fin de la monarquía los actores regionales comenzarán a tener un protagonismo mayor, de los cuales el café, y en menor medida el caucho, serán símbolos y fetiches. Si durante el antiguo régimen la esclavitud impidió la formación de un sujeto colectivo nacional, ahora serán los sectores regionales quienes intentarán intervenir sobre la imagen de la nación, afectando la formación de la identidad colectiva. El fin del imperio significará entonces una licuación del poder político, no por una significativa ampliación de su base social, sino por la intervención creciente de fuerzas regionales, cuya representación material ya es posible observar en el pabellón brasilero en la Exposición de 1889.

Tanto en el pabellón brasilero como en el argentino, las mercancías funcionaron como actores de un espectáculo en el que se intentaron reflejar nuevas imágenes de la nación. En ninguno de los dos casos estos retratos parecen haber sido exitosos frente a la percepción europea, que siguió considerándolos países exóticos y todavía alejados de los estándares del progreso universal. Sin embargo, en su imagen doméstica las iconografías montadas en la Exposición Universal de 1889 parecen haber construido representaciones perdurables en la memoria colectiva: las de países ricos en materias primas y marcados por ellas, como una cifra de la naturaleza americana nacionalizada, finalmente sometida por los dispositivos estatales que la transformaron en objeto de consumo y también en un espectáculo. Un espectáculo poblado de mercancías pero todavía vacío del sujeto colectivo que los pabellones parecían querer imaginar: aquél que ayudaría a construir la inmigración europea, en la que veían un remedio para los problemas que aquejaban a sus naciones.



Click for image details
Pavillon du Brésil; unknown


[Back to top]
horizontal line

    Bibliografía

  • Benedict, Burton. 1992. The Anthropology of World's Fairs. Berkeley: University of California Press.
  • Botana, Natalio. 1984. La tradición republicana: Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo. Buenos Aires: Sudamericana.
  • Buck-Morss, Susan. 1991. The Dialectics of Seeing: Walter Benjamin and the Arcades Project. Cambridge, USA y Londres: The MIT Press.
  • Coronil, Fernando. 1997. The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela. Chicago y Londres The University of Chicago Press.
  • Mitchell, Timothy. 1991. Colonising Egypt. Berkeley: University of California Press.
  • Monod, Émile. 1890. L'Exposition Universelle de 1889. París: E. Dentu.
  • Murilo de Carvalho, José. 1988. "Aspectos Históricos do Pré-Modernismo Brasileiro" en, Id. et al, Sobre o Pré-Modernismo Brasileiro. Río de Janeiro: Fundação Casa de Rui Barbosa, 13-21.
  • ----. 1990. A formação das almas. São Paulo: Companhia Das Letras.
  • ----. 1998. Pontos e bordados: Escritos de história e política. Belo Horizonte: Editora UFMG.
  • Santa-Anna Nery, Federico J., dir. 1889. Le Brésil en 1889. París: Librarie Charles Delgrave.
  • Silverman, Debora L. 1977. "The 1889 Exhibition: The Crisis of Bourgeois Individualism" en Oppositions: A Journal for Ideas and Criticism in Architecture (Spring, 1977):71-91.
  • Schwarcz, Lilia Moritz. 1998. As barbas do imperador: D. Pedro II, um monarca nos trópicos. São Paulo: Companhia Das Letras.
  • Tenorio-Trillo, Mauricio. 1996. Mexico at the World's Fairs: Crafting a Modern Nation. Berkeley: University of California Press.
  • Turazzi, Maria Ines. 1995. Poses e trejeitos: A fotografía e as exposições na era do espetáculo (1839/1889). Río de Janeiro: Funarte/Rocco.
  • Varela, Luis V. Y Lainez, Bernabé. 1901. El Brasil y la Argentina: Confraternidad Sud-Americana. Buenos Aires: Peuser.
  • Vitali, Olga. 1987. "1889: La Argentina en la Exposición Mundial de París" en Todo es Historia (Buenos Aires), núm. 243:30-37.

horizontal line

[Back to top]