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Vitrinas y administración. Los criterios de organización de las colecciones antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930 Irina Podgorny
CONICET/UNLP. Depto. Científico de Arqueología, Museo de La Plata

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La fundación de los primeros museos en los momentos correspondientes a la organización del estado nacional redundó en la adopción de criterios de ordenamiento para los materiales que se incorporaban al patrimonio de los mismos. En efecto, a fines del siglo XIX crear un museo implicaba no sólo el acopio de los más diversos objetos de, hasta entonces, poco interés general, sino también el buscarles una presentación adecuada a los fines de su exhibición. Montar un museo significaba, a su vez, el ingreso al mercado internacional de objetos científicos (Pérez Gollán 1995, Sheets-Pyenson 1988), incluyendo en esto las colecciones, el instrumental, las publicaciones y todo el dispositivo mueble que pusiera a los museos argentinos a tono con los museos emblemáticos de la modernidad.

La ola de creación de museos del fin de siglo ríoplatense, dio lugar a la apertura del Museo de La Plata en 1888. Luego, en 1891, se abriría el Museo Histórico; en 1892, el Museo Naval de la Nación; en 1896, el Museo Nacional de Bellas Artes; en 1899, el Museo de la Policía Federal; y, en 1905, el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Estas instituciones se sumaban al ya existente Museo Nacional -fundado en 1823 como Museo Público de Buenos Aires-, al agonizante Museo de Paraná creado en la presidencia de Urquiza (Auza 1973, Podgorny 1999 a), a los museos de los Colegios Nacionales, a los comerciales y a los nunca despuntantes Museos Zoológico, Mineralógico, Antropológico y Paleontológico de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba (Podgorny 2000). Los promotores de los museos creados entre 1880 y 1905 marcaron claramente las incumbencias y los objetivos de cada uno en función de las disciplinas y temas que cada institución debía presentar. Los campos del Arte, de la Ciencia, de la Naturaleza, de la Historia se formaban así a partir de su exhibición y de la creación de un público para ellos.




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Museo de La Plata; Heynemann, Friedrich and Aberg, Henrik


Al Museo de La Plata le tocó, por lo menos en los primeros años, la exclusividad de exhibir los restos antropológicos y la cultura material aborigen para mostrar las pimeras etapas de la evolución del suelo patrio. La cesión en 1877 de los materiales de la colección particular de Francisco Pascasio Moreno al gobierno de la Provincia de Buenos Aires dio origen al Museo Antropológico de la Provincia, una de las instituciones que se trasladó a La Plata luego de la federalización de la ciudad de Buenos Aires (González 1905, Teruggi 1988). La construcción del actual edificio se inició en 1884 para contener el proyecto del museo general de la nueva capital provincial fundada en 1882 como parte de la nueva etapa de la historia argentina que se abría en 1880 con la presidencia de Roca y en la cual el lema de "paz y administración" sería el dominante.

Unos pocos años antes, la expedición militar al Río Negro había expandido la frontera por sobre los territorios indígenas. Una vez sometidos a la Nación Argentina, éstos pasaron a ser objeto de conocimiento y reflexión para la ciencia.



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Ocupación militar del Río Negro por la expedición al mando del General Julio A. Roca, 1879; Blanes, Juan Manuel


Los sobrevivientes indígenas se transformaron en parte del territorio y de los resultados de la expedición científica, tal como ha sido relatado, entre otros, por ten Kate (1904) y Lehmann-Nitsche (1908). Los aborígenes se constituyeron en objeto de análisis y de observación, al mismo tiempo que su cultura material, sus cuerpos y sus restos óseos pasaron a formar parte de aquéllo sobre lo que, ahora, tenía soberanía la nación. Como objeto del discurso científico, fueron considerados desde diferentes puntos de vista. Por una parte, como uno de los obstáculos raciales del presente y del pasado que impedirían la consolidación de un país moderno -tal el caso de los trabajos del último Sarmiento (1899), de Carlos Octavio Bunge (1903, 1909) y del segundo Ingenieros (1908)-, por otro, como laboratorio y prueba de las teorías sobre la sociedad y la cultura vigentes en las nuevas instituciones científicas argentinas. Desde este punto de vista, la constitución de una mirada científica sobre los "aborígenes" era, a la vez, un paso hacia una mayor modernización.

Quizás el caso del Museo de La Plata sea uno de los mejores para analizar: a)el traspaso de las colecciones privadas al patrimonio público, b) la creación de la necesidad de un patrimonio público que "nacionalizara" fósiles, yacimientos, la cultura material y pueblos indígenas, y c) las ideas sobre los pueblos aborígenes vigentes cuando se produjo el ordenamiento de las colecciones (Podgorny 1992, 1994, 1995), proceso que tuvo lugar al mismo tiempo que la organización de las disciplinas que trataban sobre ellas. En este trabajo me centraré en las reglas de clasificación seguidas en las exhibiciones del Museo de La Plata.

Las categorías que modelaron las discusiones originales sobre los restos de los pueblos aborígenes se desplazaron desde el problema de la antigüedad al problema de la distribución. Mientras que hasta 1908 las discusiones se centraban en la mayor o menor edad de los restos, a partir de ese momento aparece una alternativa en la organización del estudio de los pueblos aborígenes como es la división temporal combinada con la geográfica (Podgorny 1999 b). Este trabajo se centra en particular en los criterios que guiaron el ordenamiento de las colecciones antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930, momento fundacional de las mismas y que la mayoría de los autores ha desestimado en su complejidad teórica, científica, institucional e ideológica. Si bien en este artículo las referencias a Florentino Ameghino son mínimas dado que sus criterios no aparecieron en la organización de las exhibiciones del Museo de la Pl ata, no hay que olvidar que Ameghino es una pieza clave en el contexto. Todas las referencias a los problemas de la cronología se refieren, en la mayoría de los casos, a la cronología de los hallazgos de Ameghino. Hay que destacar que en los inicios del siglo las posibilidades en juego para organizar las colecciones eran las siguientes: a) un orden que implicara la temporalidad y el desarrollo histórico, y b) una visión que no incluyera el problema de la historicidad, ya fuera desde una visión raciológica, lingüística o geográfica. El trabajo se detiene particularmente en las discusiones sobre la organización geográfica siguiendo el sistema de Delachaux .

El sistema Delachaux

En el diseño del Museo de La Plata, Moreno dedicaba una sala a la Antropología, otra a la "edad de la piedra y del hombre nómade", una tercera a la "Edad de la piedra pulida" y una cuarta a la "Cerámica", en un esquema que presuponía el desarrollo de las fases de la humanidad en Argentina y en América (Moreno 1890). La antropología ocupaba en el plan original del museo un sitio central tanto en las exhibiciones como en el papel social que debía desempeñar.

Durante la dirección de Francisco Moreno , las áreas de investigación dedicadas a los aborígenes americanos se organizaron en una "Sección": la de Antropología y Arqueología, inicialmente a cargo de Herman ten Kate.



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Sección Antropológica; Moreno, Francisco Pascasio


Desde 1897 y hasta 1930 la responsabilidad de la misma fue de Robert Lehmann-Nitsche quien adoptó un criterio de presentación de los materiales que se distancia del de Moreno (Tabla 1). En efecto, en el catálogo que prepara de la Sección Antropológica (Lehmann-Nitsche 1910) explica el por qué de la adopción en 1900 de un ordenamiento geográfico siguiendo las ideas de Delachaux sobre las regiones geográficas del territorio argentino y que difería del ideado por Moreno:

"Como de buena parte de las piezas no se conoce su pertenencia a tal o cual tribu y solamente su procedencia territorial, elegí por base de clasificación el principio geográfico. Deseaba encontrar una división del país en regiones que correspondiera tanto a las zonas naturales físico-geográficas como a las divisiones políticas...Sé perfectamente que lo que yo anhelaba, es decir una correlación entre las zonas naturales y las zonas políticas, en realidad no existe de un modo bien marcado y sólo aproximadamente; pero cuando un sistema corresponde sólo aproximadamente a los hechos, es suficiente para una clasificación, la que de todos modos es artificial como indispensable para los fines de un catálogo. Los límites naturales entre dos zonas, nunca están marcados, pero sí los políticos, y como para los fines de una catálogo se necesitan límites fijos, es menester tomar como base de división las provincias o territorios. Prefiero, pues, para un catálogo la división defectuosa del señor Delachaux que deja íntegras las provincias políticas (Santa Fe y Santiago del Estero), base de nuestra clasificación de la república Argentina. Según este sistema, tengo arreglada desde hace más de diez años la sala antropológica" (Lehmann-Nitsche 1910: 12)

Lehmann-Nitsche y la organización de la Sección Antropológica.

Lehmann-Nitsche anhelaba entonces una correlación entre las zonas naturales y políticas dado que supone que, ésta, existe. Elige la clasificación de Delachaux porque este sistema respeta para cada región la integridad política de las provincias que la integran. Lafone Quevedo (vide infra) discutirá permanentemente contra esta idea insistiendo en que una clasificación basada en los límites políticos actuales falsearía la visión histórica de sociedades que no vivieron de acuerdo a esas fronteras.

Enrique A. S. DelachauxFrancisco P. Moreno
Región Hidrográfica del Plata: Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe, Misiones, Corrientes, Entre RíosRegión Chaqueña: Formosa, Chaco, partes de Santa Fe y de Santiago del Estero
Región Paranaense: Misiones, Corrientes, Entre Ríos, parte de Santa Fe
Región Mediterránea: Córdoba, San LuisRegión Central: Córdoba, San Luis y parte de Santiago del Estero
Region Pampeana: Buenos Aires, Pampa CentralRegion Pampeana: Buenos Aires, Pampa Central, parte de San Luis
Región Andina: Jujuy, Andes, Catamarca, San Juan, La Rioja, Mendoza, NeuquénRegión Andina: Jujuy, Andes, Salta, Tucumán, Catamarca, Mendoza, La Rioja, San Juan, Neuquén
Región Patagónica: Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del FuegoRegión Patagónica: Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego


De aquí es necesario destacar dos cosas. La primera, que la adopción de tal clasificación por parte de Lehmann-Nitsche se hacía en 1900 para ordenar y presentar restos esqueletarios y cráneos de procedencia imprecisa. La segunda, que en 1910 Lehmann-Nitsche consideraba que tal clasificación basada en el "suelo" era útil no sólo para ordenar "grupos humanos somáticos", sino también

grupos humanos psíquicos y sociales (ergológicos), colecciones arqueológicas y etnológicas en los museos argentinos, clasificaciones botánicas, zoológicas, geológicas y mineralógicas, todas de procedencia argentina. (Lehmann-Nitsche 1910: 14)
.

Las regiones físicas de la República Argentina según Delachaux (1908) y las primeras síntesis sobre los aborígenes argentinos

Según Lehmann-Nitsche (1910: 12) su consulta sobre cómo clasificar el territorio argentino fue el origen del sistema que Delachaux elaborara casi póstumamente. Este sistema divergía en algunos puntos con respecto al que había sugerido en 1900. En efecto, las regiones se agrupaban de una manera algo distinta (Delachaux 1908: 131):

Región Litoral u Oriental:
Sección a: Gobernación de Formosa/ del Chaco.
Sección b: Gobernación de Misiones, Provincias de Corrientes/ Entre Ríos.
Sección c: Provincias de Santa Fe y de Buenos Aires.
Región Mediterránea o Central:
Provincias de Santiago del Estero, Córdoba y San Luis, Gobernación de La Pampa
Región Serrana u Occidental :
Sección a: Provincias de Jujuy, Salta, Tucumán y Gobernación de los Andes
Sección b: Provincias de Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza; Gobernación del Neuquén
Región Patagónica o Austral:
Gobernaciones del Río Negro, del Chubut, de Santa Cruz y de la Tierra del Fuego


En "Las regiones físicas de la República Argentina", Delachaux (1908: 102-114) presenta las diversas clasificaciones del territorio que le antecedieron, mencionanado en cada caso los aspectos insuficientes de las mismas. Así cita y objeta las clasificaciones de Woodbine Parish, Martin de Moussy, Germán Burmeister, Ricardo Napp, la división en regiones naturales que figura en el censo de 1895 y la adoptada por la oficina meteorológica nacional. Por otro lado, define, como problema central de la clasificación natural de la República Argentina, la relación entre sus dos aspectos físicos "fundamentales": las llanuras y las cordilleras. Lo que su sistema resuelve es precisamente distinguir qué parte del territorio se adscribe a la llanura y cómo debe considerarse a la Patagonia.

Es digno destacar aquí que la clasificación "natural" del territorio argentino se hace coincidir con la división política del mismo, aún cuando se reconoce la arbitrariedad presupuesta en esto.

La publicación de este trabajo de Delachaux se hace en 1908 como un homenaje póstumo al Director de la Escuela de Geografía. Aparece en la segunda serie de la Revista del Museo de La Plata, cuando ya el Museo era universitario y Samuel Lafone Quevedo ocupaba el doble cargo de Director/Decano de la facultad. Hay que subrayar que durante la dirección de Lafone Quevedo (1906-1919), el Museo de La Plata como lugar de exhibición no modifica en nada el diseño anterior, con la excepción de la introducción del Diplodocus Carnegie, donación de los Estados Unidos de América, recibido por Joaquín V. González (1935 [1912]: 110) como parte de la misión de paz que le cabe a la Universidad de La Plata (Podgorny 1995). También es verdad que varias de las salas dedicadas en el plan de Moreno a la exhibición son ocupadas por las dependencias de la nueva facultad: aulas y laboratorios para las escuelas de química y farmacia, para la escuela de dibujo y geografía, para el doctorado en Ciencias Naturales y para las cátedras de correlación. Mientras Lafone Quevedo fue director, Lehmann-Nitsche continuó a cargo de la sección Antropología. Las colecciones que luego constituirían el Departamento de Arqueología y Etnografía pertenecieron a dicha sección hasta 1912, cuando el departamento se crea con Luis María Torres como jefe.

Las ideas de Lafone sobre la sistemática de los pueblos aborígenes no tiene traducción en las exhibiciones y su huella sólo se halla en las publicaciones que realizó sobre el tema. Como parte de las actividades de extensión universitaria de la Universidad de La Plata, en 1907 se inicia la publicación de la "Biblioteca de Difusión científica del Museo de La Plata", bajo la dirección de Félix Outes. El Tomo 1 se dedica precisamente al problema de la clasificación de un museo antropológico, editando traducciones de obras como "Métodos y propósitos en Arqueología" de W. M. Flinders Petrie, "Las sucesiones de los restos prehistóricos", del mismo autor, y "Clasificación y arreglo de las exhibiciones de un museo antropológico", William H. Holmes. Las dos últimas fueron traducciones de Lafone Quevedo. En 1909 Lafone presenta una de las primeras síntesis etnológicas de la Argentina en el Cuarto Congreso Científico de Buenos Aires donde cuestiona los límites políticos actuales como criterio para delimitar las clases etnológicas y el uso de "límites naturales" para establecer de manera rigurosa la distribución etnológica de la Argentina. En este trabajo Lafone Quevedo combina dos criterios para realizar su sistemática etnológica: por un lado la determinación de 'nombres' que designarían tribus e indios y por otro lado la de 'regiones' (territorios y provincias) (Lafone Quevedo 1909) Por otro lado, en 1908 Lafone Quevedo presentaba los tipos de alfarería de la región diaguito-calchaquí acompañados de tres mapas históricos (Lafone Quevedo 1908: mapas I-III) y la siguiente recomendación para sus lectores:

No obstante ser éste un estudio de índole esencialmente arqueológica, se ha creído conveniente acompañarlo con tres mapas históricos: los dos que se refieren al primer medio siglo de su conquista, y el tercero, a la distribución geográfica de los objetos arqueológicos de que se trata en este estudio. Cada día se hace más y más necesario que todo trabajo de historia, de lingüística, de arqueología, etc., lleve sus mapas más o menos detallados que faciliten la relativa ubicación de cuanto se describe: sobre todo en lo que corresponde al presente ensayo puesto que por lo pronto la base de nuestra clasificación para los objetos arqueológicos de la región Diaguito-Calchaquí es principalmente geográfica, y por la sencilla razón de que es la única más segura y por la que alguna vez acaso alcancemos a llegar a la cronológica. (Lafone Quevedo 1908: 297)

De aquí se destacan varias cosas. Primero, la aclaración con que Lafone abre el párrafo explica algo que los lectores contemporáneos podrían tomar como un sinsentido: adjuntar mapas a un trabajo arqueológico. La necesidad de hacer tal consideración remite a que los trabajos de "índole arqueológica" hasta ese momento no incluían el aspecto de la distribución de los restos. Segundo, que incluye mapas regionales históricos porque, como Lafone señalará una y otra vez, los mapas políticos contemporáneos muestran límites engañosos para entender la historia de momentos anteriores a la aparición de las fronteras actuales. Por último, el ordenamiento geográfico es siempre presentado como el único seguro pero nunca el definitivo. La provisoriedad de la distribución de las antigüedades en el mapa era solo el tránsito hacia la deseada cronología.

En 1910 Félix Outes y Carlos Bruch publican por Angel Estrada y Cía., Los aborígenes argentinos, una síntesis del estado actual del conocimiento de los pueblos indígenas. En el prefacio, los autores hacen suya una frase de Ricardo Rojas (1909: 467): "...esta restauración del propio pasado histórico, debe hacerse para definir nuestra personalidad y vislumbrar su destino". Cada capítulo fue estructurado como unidad según la conjunción historia-geografía. Los pueblos aborígenes "históricos" son agrupados según "provincias geoétnicas" y descriptos a partir de sus caracteres físicos, aspecto exterior y lenguas, usos y costumbres. Quizás uno de los rasgos más importantes de este libro sea que mientras para los pueblos históricos adopta una clasificación geoetnográfica, para los tiempos prehistóricos se sigue utilizando la cronología geológica, incluyendo -y discutiendo- los problemas que plantean las hipótesis ameghineanas. La clasificación de los tiempos prehistóricos de la República Argentina define un Período Paleolítico (hallazgos de los pisos Ensenadense y Bonaerense), un Período Neolítico (terrenos post-pampeanos), Período Neolítico (agrupaciones que hallaron los conquistadores), y edad del Bronce (pueblos históricos y sedentarios del Noroeste argentino). Los pueblos históricos neolíticos son agrupados por regiones que no coinciden exactamente con las de Delachaux. En suma, en esta obra, la primera escrita para la divulgación general, Outes y Bruch concurren al llamado a definir la historia argentina acuñando la clase "aborígenes argentinos" desde la prehistoria a los tiempos contemporáneos. Es de destacar que "los aborígenes" si bien "argentinos" siempre, no son la prehistoria sino es el país el que contiene evidencia de dicha etapa por la que ha pasado toda la humanidad. La distinción entre aborígenes prehistóricos e históricos luego se perderá y con ella la dimensión temporal que implica. Outes y Bruch son los primeros en preferir la distribución espacial para presentar una síntesis de la etnología argentina .

Torres y el sistema Delachaux




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Museo de La Plata; Heynemann, Friedrich and Aberg, Henrik


Luis María Torres adopta la clasificación de Delachaux por primera vez en 1917 en el Manual de Historia de la civilización Argentina, obra conjunta de Carbia, Ravignani, Molinari y Torres, representantes de la llamada "Nueva escuela histórica". En esta obra se pueden señalar dos aspectos novedosos. El primero, el uso del término "civilización" para designar ya no la etapa última de la evolucón sino un "tipo ideal de vida" que existe desde los inicios de la Humanidad. El segundo, es la transformación de los datos e interpretaciones arqueológicos y etnográficos en "prehistoria" y "protohistoria" respectivamente. Pero aquello que aparece como fundamental tanto para Torres (1917 b) como para los otros colaboradores, es que para hacer la historia de la civilización argentina es necesario volver a ordenar lo que hasta ese momento había sido hecho sin un método adecuado. La enunciación de la necesidad de ordenamiento debe interpretarse más como la irrupción de nuevas reglas que como una falta de ellas en momentos anteriores. La sistematización de los procedimientos científicos a través de la enseñanza es uno de los móviles de la publicación del manual.

En esta obra las categorías temporales, espaciales y tecnológicas que se utilizan para la prehistoria europea se condensan para América en categorías espaciales. La clasificación se transforma así en una geoetnografía y el territorio argentino en la base para determinar las "regiones geoétnicas" (Torres 1917: 69). La elección de la geografía de Delachaux para la clasificación de la prehistoria y protohistoria de la civilización argentina resulta en la adopción de las regiones geográficas de este autor para ordenar la descripción de los restos arqueológicos.

Para Torres, la cronología no deja de ser un problema, pero la polémica acerca de la edad de los pisos geológicos del territorio argentino y, los así considerados, poco numerosos estudios estratigráficos y paleontológicos hacen que adopte un "criterio agnóstico en lo que respecta a la edad relativa de los pisos, estratos y zonas" (Torres 1917: 63). Las referencias a la edad de los tiempos prehistóricos se hacen subrayando su carácter provisional, inseguro y polémico. Torres adopta el ordenamiento geográfico -denominándolo "geoétnico"- de manera provisoria hasta tanto los restos arqueológicos pudieran ordenarse por su mayor o menos antigüedad. De esta manera la región geográfica adquiere el rango de criterio para la clasificación cultural de los tiempos prehistóricos de

la vida de las poblaciones argentinas anteriores y coetáneas a los descubrimientos y exploraciones del siglo XVI; antecedente fundamental de los nuevos factores sociales que dan origen al proceso constructivo de nuestra nacionalidad (Torres 1917: 70).

Tal plan de clasificación fue adoptado también al reordenar los materiales de las salas de arqueología y etnografía del Museo de La Plata mientras Torres fue su director. Cuando Torres asume en 1920 la dirección del Museo anuncia como uno de sus objetivos principales el ordenamiento de las exhibiciones. Durante su gestión el Museo adquiere el rango de Instituto por estatuto del Poder Ejecutivo nacional y, por otro lado, es definido como museo de historia natural.

El nuevo ordenamiento del Museo puede considerarse completo en el momento en que Torres logra realizar: a) el inventario completo de los materiales depositados en los departamentos científicos, y b) la edición en 1927 de una guía para visitar el Museo de La Plata. En ella, los capítulos dedicados al departamento de Antropología fueron redactados por Lehmann-Nitsche, mientras que Torres escribió los del departamento de Arqueología y Etnografía.

Lehmann-Nitsche explicaba en la Guía cuáles eran los problemas de la antropología contemporánea y presentaba -ordenado- el tipo de materiales que el visitante encontraría en las vitrinas. Dos eran los problemas científicos exhibidos: el hombre fósil y el hombre actual. El hombre fósil americano tenía su propia vitrina. Bajo "hombre actual" se presentaban no sólo los aborígenes sino también los huesos patológicos de contemporáneos "sanos", alienados y delincuentes. Las colecciones de cráneos mantienen el orden según las regiones de Delachaux pero otros materiales son presentados a partir de una clasificación que hacía intervenir a las propiedades de los mismos ("cabellos", "pigmento cutáneo", "pigmento irídico", "cerebros", "cadáveres y cabezas disecadas" entre otras).

Luis María Torres, por su parte, ratifica los criterios de 1917: las colecciones arqueológicas y etnográficas se presentan al público adoptando un criterio "geoétnico" como una serie cultural para cada región física del territorio argentino. El reordenamiento conceptual y material que Torres hace de las colecciones refuerza las dificultades implicadas en el problema de la antigüedad de los pueblos aborígenes debido al estado de los conocimientos y las técnicas.

En 1930 convivían en el Museo de La Plata dos momentos de la sistemática regional de Delachaux: una, la adaptada por Lehmann-Nitsche alrededor de 1900 para la sección Antropológica; la otra, la adaptada por Torres -basada en Delachaux (1908)- para las Salas de Arqueología y Etnografía argentinas.

Aproximadamente en 1935, Torres reedita por separado y por editorial Kapelusz Los tiempos Prehistóricos y Protohistóricos de la República Argentina modificando el mapa de la edición de 1917 y llamándolo "Las cuatros regiones naturales del territorio argentino" (Torres 1935: 53). En competencia por el público escolar y docente con el de Outes y Bruch (1910), los libros de Torres nunca alcanzaron su popularidad.

Consideraciones finales




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Museo de La Plata; Heynemann, Friedrich and Aberg, Henrik


El proyecto de Moreno consistía en un Museo que explicara, a través de la exhibición, la evolución o la historia física y moral del "hombre argentino". Los pueblos aborígenes eran considerados en esta historia como representantes de la infancia de tal especie. El Museo de La Plata propendía a lograr la educación y la transformación "por las cosas" del público todavía inculto. Para el público culto y científico la acción del Museo era la consolidación del grupo de individuos aptos y seleccionados para regir los destinos del progreso científico del país.

Durante la dirección de Samuel Lafone Quevedo y la inclusión del Museo en la Universidad Nacional de La Plata, se favorecen ambas ideas pero desde una nueva manera educativa: la enseñanza se centra en la formación de científicos a través de las cátedras y la tarea de educar al pueblo inculto se transforma en Extensión Universitaria y divulgación científica.

Alrededor de 1910 parecen confluir en el Museo de La Plata tres criterios diferentes para la organización de las colecciones antropológicas y de los pueblos aborígenes: el etnológico de Lafone Quevedo, el geográfico de Lehmann-Nitsche (basado en el sistema de Delachaux) y el histórico evolutivo que sobrevivía en la organización de Moreno. Por otro lado, en los últimos años de la dirección de Moreno y durante la de Lafone, se abandona la comprensión de los pueblos aborígenes como etapa a ser superada en el devenir propio de la civilización.

Los inicios de la dirección de Luis María Torres vuelven a colocar al Museo de La Plata en una situación de relativa independencia con respecto a la Universidad. La función didáctica de las colecciones se enfatiza y es por ello que se buscan nuevas maneras de organizarlas. Para todas las salas relacionadas con los aborígenes "argentinos" (Antropología, Etnografía y Arqueología) se adopta como criterio ordenador al criterio geográfico por sobre el cronológico-evolutivo. Por otro lado, durante este momento, se hace más evidente el pasaje de los pueblos aborígenes a la historia de la civilización nacional. Definidos como héroes, identificados con el territorio, los indígenas son incorporados a esta Nación Argentina que vive desde un tiempo inmemorial.

Por sobre las simplificaciones que suelen caracterizar los instantes fundacionales de los museos, en este trabajo y sobre un aspecto concreto, he querido demostrar que, al leer los trabajos de la época, la pretendida uniformidad desaparece y que, por el contrario, surgen las posiciones en pugna coexistentes en el período. Actualizados en las discusiones que se daban en el resto del mundo, los protagonistas de las mismas dejaron evidencia material suficiente como para emprender hoy una arquelogía de nuestra propia práctica.

Reconocimientos

Otra versión de este artículo fue publicada como "De la antigüedad del Hombre en el Plata a la distribución de las antigüedades en el mapa", História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 6 (1): 81-100. Instituto Oswaldo Cruz, Río de Janeiro, Mar- jun 1999.

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